Hay otra historia, de esas que nunca nos contaron y que tiene que ver con “de dónde venimos, qué somos, y a dónde vamos”, y que es bueno conocerla.
Sabido es que nuestro territorio sufrió distintas modificaciones a lo largo del tiempo, en algún momento fuimos todos peruanos, por lo menos hasta el surgimiento del Virreinato del Río de la Plata. Con el estallido de la Revolución de 1810, se despachó desde la Buenos Aires insurrecta la primera expedición al norte para expandir el grito de libertad. Era la guerra abierta contra el español, combates con suerte diversa.
En mayo de 1812, después del “Desastre de Huaqui” (20 de junio de 1811), el general realista José Manuel de Goyeneche inició una nueva ofensiva desde La Paz (recuperada por los realistas el 10 de julio de 1811) hacia Cochabamba que encabezaba una región sublevada. Había desunión entre los pobladores y los alzados, unos querían pelear y otros negociar. Igualmente Goyeneche avanzaba e iba derrotando a los pocos que se le oponían. Eran momentos de confusión, de marchas y contramarchas, de sublevaciones constantes y represiones. Los revolucionarios no tenían un ejército de línea y hacían la guerra como podían, con guerrillas amparándose en la geografía, los españoles generalmente dominaban algunas ciudades.
Al llegar a Cochabamba (27 de mayo de 1812) emplazó a la ciudad, a entregar a los alzados, y en Cabildo Abierto sus habitantes dijeron que no. En la misma reunión el entonces gobernador Antezana dijo: «¿Cumpliréis lo que habéis dicho de defender la Patria y la excelentísima Junta de Buenos Aires?». Algunos respondieron que sí, pero ya no había más de mil hombres escasos, y entonces las mujeres dijeron: «Si no hay hombres nosotras defenderemos».
El gobernador ante esa situación decidió negociar una rendición. Goyeneche dio orden de avanzar y saquear la ciudad, cosa que duró un par de horas. Ya la ciudad no tenía líderes que se hicieran cargo de la resistencia ni tenían con qué. Las mujeres, al ver el saqueo de sus casas, reaccionaron indignadas y salieron a las calles gritando “el hogar es sagrado”, junto con sus hijos se fueron reuniendo y dirigiendo hacia la colina de San Sebastián (hoy en el centro de Cochabamba). Juntaron las pocas armas que pudieron más cuchillos, palos, herramientas de labranza, buscaron al gobernador para matarlo por traidor pero no lo encontraron. Junto a pocos hombres sublevados se atrincheraron en la cima (la Coronilla). Allí, las mujeres fueron lideradas por una anciana ciega, Manuela Gandarillas.
Goyeneche envió un emisario con una nota intimándoles rendición, la recibió el único capitán de caballería que quedaba. El capitán se dirigió a las mujeres que eran mayoría y les preguntó si querían rendirse y todas dijeron que preferían la gloria de morir matando; y ahí mismo mataron al mensajero realista. Goyeneche rodeó la posición y atacó al unísono por los cuatro costados. Casi dos horas duró el desigual combate, se tomaron muy pocos prisioneros. El gobernador Antezama -escapado- fue encontrado por los españoles seis días después y fusilado.
Uno de ellos fue Francisco Turpín que a los pocos días se reincorporó a los sublevados más en el sur, al ejército de Belgrano en San Salvador de Jujuy, informó lo sucedido, quien a su vez dio parte a la Junta revolucionaria en Buenos Aires.
Belgrano informaba en agosto de 1812 que, Todas las noches, a la hora de la lista, un oficial de cada cuerpo militar preguntaba en alta voz: “¿Están presentes las mujeres de Cochabamba?”. Y otro oficial respondía: “Gloria a Dios, han muerto todas por la Patria en el campo del honor”.
Y agregaba Belgrano en su mensaje al gobierno revolucionario: “¡Gloria a las cochabambinas que se han demostrado con un entusiasmo tan digno de que pase a la memoria de las generaciones venideras!
Ellas han dado un ejemplo que debe excitar, señor excelentísimo, los sentimientos más apagados por la Patria, y estoy seguro de que no será el último con que confundan a las de su sexo que, alucinadas, trabajan en contra de la causa sagrada, y aun a los hombres que prefieren la esclavitud, por no exponer sus vidas para asegurar nuestros justos derechos”.
Cochabamba, era parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata, la Argentina embrionaria, y esas mujeres lucharon y murieron por nuestra libertad. La llegada de Bernardino Rivadavia al gobierno de Buenos Aires tuvo consecuencias nefastas para los ideales independentistas, y continentalistas. San Martín al otro lado de la cordillera quedó solo, sin apoyo. El Alto Perú fue abandonado cuando el último golpe para romper el yugo español lo había dado el Mariscal Sucre, y terminó como un estado aparte.
El ejemplo de esas mujeres que entregaron sus vidas, las valientes de Cochabamba, o las “heroínas de la Coronilla” como se las conocen, ha trascendido el tiempo. Y cada 27 de mayo, en la hermana Bolivia se festeja el Día de la Madre. Aquí, se festeja el tercer domingo de octubre.
Con este recuerdo, deseamos, ¡Felíz día de la Madre!
Secretario de Derechos Humanos Gustavo Morales