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10 años después…

En la memoria colectiva quedo marcada a fuego una fecha 19 y 20 de diciembre 2001. Una fecha que marcaria un quiebre, un antes y un después en la historia de un país, que como muchos de América Latina se hicieron a fuerza de brazos levantados e ideas revolucionarias.

Existió una realidad objetiva, una receta neoliberal que devastó nuestra economía, anclada en la especulación financiera que produjo un mundo ficticio en donde la convertibilidad uno a uno nos ponía una cortina de humo a una realidad de extrema pobreza, desocupación, nefastas privatizaciones, flexibilidad laboral, exclusión social, etc.

Muchos se levantaron en nombre de sus ahorros, sus créditos hipotecarios, sus empleos. Otros luchaban por la educación gratuita y pública, por el derecho a la salud, por la distribución de la riqueza. Unos y otros formaron un todo y el Argentinazo fue posible, derribando paredes impenetrables, dando vuelta la página de la historia.

Detrás de esta realidad objetiva, existe una subjetividad que cambió para siempre el mirar cotidiano de los argentinos, que despertó almas adormecidas en la resignación y el dolor de la derrota. Almas que levantaron nuevamente las banderas y salieron a la calle y allí se quedaron, sabiendo que esa fecha tan recordada fue un punto de partida hacia un futuro que se construye en la militancia.

Esas almas hoy están en pie, reconstruyendo una historia que parecía olvidada, contagiando a almas más jóvenes que vuelven a poner los pies en al barro, que dan fuerza a la política como espacio de construcción.

La escena pública abre sus puertas nuevamente, y habiendo salido del encierro que llevo el individualismo esas almas vuelven a correr el riesgo de soñar, de pensar, de luchar y no se quedan más esperando resultados mágicos, se involucran en la construcción, saben que esa construcción es de todos y no de unos pocos.

Desde el sindicato, la organización social, la agrupación política, el centro de estudiantes, se oyen voces, voces que no están esperando salir cuando se queden con sus ahorros, voces que trabajan y que crean, voces que generan ideas, voces que las gritan y las pelean. Voces que ya no se quedaran calladas, porque saben que el silencio es peligroso, no tienen miedo a gritar, no tienen miedo de soñar, no tiene miedo de luchar.

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